Recordar

Inaugurado el 4 de septiembre de 2023

Aunque a priori las ciudades puedan parecer entes estáticos, son en realidad un túnel del tiempo capaz de vincular pasado, presente y futuro a través de la mirada de sus habitantes. Sin duda, la Soria de hoy en día es muy diferente a la Soria de hace 100 o 200 años, pero sin embargo hay algo que une a ambas más allá de sus edificios, sus calles o sus plazas: su memoria y su identidad. Por ello, desde la asociación Recuerdo y Dignidad se hace hincapié en la necesidad de restituir la memoria de un pasado oscuro que fue ocultado durante demasiado tiempo a plena vista de la sociedad y de devolver parte de su identidad a una Soria que busca reencontrarse con su historia. Y no hay mejor forma de hacerlo que a través del paisaje urbano, que conforma la representación física de la memoria colectiva de su ciudadanía. Con esta obra, Recuerdo y Dignidad intenta acercar a la ciudadanía a una Soria que fue y ya no es; a una Soria que fue cortada de raíz de la forma más brutal; a una Soria que podía haber sido y no la dejaron ser. Pero, por encima de todo, con esta obra, Recuerdo y Dignidad busca mantener vivo el recuerdo de quienes lucharon por la libertad y la democracia y que sufrieron lo indecible ante el horror durante una de las etapas más oscuras de nuestra historia, una etapa que no puede seguir estando oculta y enterrada y que debe ser conocida por toda la población para evitar que pueda volver a repetirse en el futuro.

El futuro depende de nuestras acciones actuales de la misma forma que el presente está marcado por los eventos pasados. Por ello, es fundamental otorgarle a la memoria la importancia que tiene. La memoria vincula presente y pasado, pero sin memoria tampoco hay futuro: conocer y recordar la historia garantiza la no repetición de los errores llevados a cabo. Con este mural se reivindica la importancia y la influencia de la memoria en nuestra sociedad actual, pero también la responsabilidad de poner fin a un dolor y un silencio que se extendió a lo largo de varias generaciones, y de asentar las bases para poder construir un futuro en que ese dolor y ese silencio sea conocido y condenado, de acuerdo a los principios del derecho internacional para violaciones graves de los derechos humanos sobre Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de No Repetición.

Se dice a menudo que una sociedad que no conoce su pasado está condenada a repetirlo, pero de nada sirve conocerlo si éste se mantiene estático y no influye en las acciones que se toman en el presente con la vista puesta en el futuro; si no se lucha por dignificarlo y construir un mundo mejor; y si no se pone en valor de dónde venimos para saber a dónde vamos y a dónde queremos ir.

Como decía Antonio Machado: «Hoy es siempre todavía».

Esta obra forma parte del proyecto de Memoria Histórica y Derechos Humanos Soria Ciudad con Memoria, implementado a través de un convenio entre la asociación y el Ayuntamiento de la capital. Una de sus iniciativas son las intervenciones artísticas, con las que la asociación quiere apoyar a las personas y colectivos artísticos sorianos a través de la exposición o instalación de sus obras. Además, estas intervenciones unen memoria y creación artística, como una herramienta para divulgar y concienciar sobre estas historias ocultas. En este caso, el mural combina arte, memoria y paisaje urbano, al intervenir de forma duradera en el espacio público, donde tiene lugar la vida en común y se desarrolla nuestra historia pasada, presente y futura. Además, se interviene en el espacio público para poder llegar a un mayor número de espectadores, y, en definitiva, a toda la sociedad soriana. Este mural es la primera colaboración entre la asociación y el colectivo artístico soriano La Casa de la Juana, y la primera intervención de este colectivo de mujeres en el paisaje urbano de la ciudad.


DESCRIPCIÓN DEL MURAL

Este mural, realizado por la asociación La Casa de la Juana, está compuesto por varias escenas enlazadas que cuentan una historia en la que buena parte de la población puede verse reconocida. Es un mural evocador y a la vez simbólico, que invita a acercarse para conocer y entender lo que significa y lo que quieren transmitir las diferentes escenas que lo componen. Estas escenas se suceden dinámicamente, de una forma casi cinematográfica, y muestran una evolución cronológica apreciable a lo largo de todo el mural.

La primera escena representa el punto más antiguo del mural y muestra una familia formada por cinco miembros de diferentes edades sentados alrededor de una mesa. El hombre de mayor edad es representado escribiendo en un papel sobre la mesa, que a su vez muestra un libro en su centro, reflejando así el rol esencial de la cultura en la vida de la familia. Esta imagen es una fiel representación de una fotografía tomada en 1935 a la familia Gaya Tovar, procedente de Tardelcuende. Este hombre que aparece escribiendo es el cabeza de familia, Juan Antonio Gaya Tovar, médico, profesor y político que desarrolló su carrera en Soria durante el primer tercio del siglo XX. Fue encarcelado y posteriormente asesinado en el cementerio de El Espino en Soria al año siguiente, el 17 de agosto de 1936, a la edad de 60 años. Su cuerpo aún no ha podido ser recuperado. Junto a él, su mujer, sus dos hijos y su hija, que más tarde destacaron en sus respectivas carreras profesionales, así como Bienvenida, su asistenta doméstica, sonríen a la cámara ajenos a lo que pasaría tan sólo un año después. En medio de la imagen, Juan Antonio Gaya Nuño (cuarta persona empezando por la izquierda), que más tarde sería condenado a veinte años de prisión por la dictadura franquista antes de convertirse en historiador de arte reconocido mundialmente, mira contento a la cámara. Esta familia puede ser cualquier familia y su historia nos habla de la vida de todas.

A la derecha de la familia, y un poco más atrás de ésta, se abre paso la siguiente escena. La familia ha desaparecido para ceder su espacio al paisaje castellano. Se puede observar a una mujer con una maleta que da la espalda al espectador y que se aleja de éste por un camino que representa la marcha al exilio de miles de españoles y españolas al término de la guerra civil. Es un camino solitario, triste y sin cobijo ni refugio alguno ante los elementos hostiles. En esta escena se representa la dureza del exilio y la deshumanización de las personas que se vieron forzadas a abandonar su hogar y partir lejos para salvar la vida. Este punto queda bien reflejado en la mujer, cuya cara no es visible, perdiendo así su identidad, y en la soledad que la rodea en su viaje.

En la siguiente escena, junto al camino que se abre a la derecha de la mujer, se ve en primer plano la misma mesa en la que se sentaba la familia, que a su vez podría ser cualquier otra mesa. Sobre ella, los objetos que en vida pertenecieron a las víctimas de la represión durante el alzamiento militar de 1936 contra la democracia de la II República, que es representado sutilmente con una bala en primer plano. Estos objetos cotidianos representan un vínculo más que une el pasado con el presente. Tras ser utilizados por las víctimas en vida, siguen prestando un servicio más de 80 años después de su asesinato al resultar en muchas ocasiones clave para identificar sus restos mortales en una exhumación y devolverles su humanidad al ser recuperados.

Junto a la bala son visibles un reloj, unas gafas, una alianza y un sombrero. Son objetos presentes en la vida diaria de cualquier persona de la época que representan la rutina y la normalidad perdidas a raíz del golpe de Estado, la represión y la guerra. Cada uno de ellos puede encerrar una historia en sí mismo: ¿Se trata del reloj y la alianza de Vicente Borjabad Alguacil, quien pudo ayudar a cientos de españoles a huir a Francia y sobrevivir a dos campos de concentración, y que la asociación pudo devolver, junto con otros objetos personales, a su familia? ¿O es más bien el reloj que le fue sustraído a Juan García Gutiérrez tras ser asesinado en Adradas, y que recuperó su hijo años después? ¿Son esas gafas las que le rompieron a Juan Antonio Gaya Tovar, el hombre que escribe no muy lejos de ellas, cuando le golpearon al trasladarlo hacia el cementerio para fusilarlo pese al documento de exoneración de responsabilidades que llevaba en su bolsillo? ¿O son las de Abundio Andaluz Garrido, vicepresidente de la Diputación de Soria asesinado el 18 de agosto de 1936, que aparecieron en la fosa donde lo enterraron? ¿Es esa alianza una de las que en ocasiones se les quitaban a las víctimas y que, en casos excepcionales, se les entregaban luego a sus familiares a escondidas por temor a represalias? Son todo eso y mucho más: representan tantas historias como personas miren la escena. El sombrero presente junto al resto de objetos tiene un significado especial. Además de simbolizar la desnudez y la fragilidad de la persona que ya no puede disponer de él ante los elementos hostiles que le rodean, es un homenaje a Lorenzo Soler (1936- 2023), artista y cineasta que realizó documentales sobre Mauthausen y sobre la exhumación de Abundio Andaluz Garrido en Calatañazor (Mil lunas).  

Un poco a la derecha de la mesa, apartada del camino que emprende la mujer, se puede observar una maleta abierta y semivacía. Se trata de la maleta que viene del pasado con la memoria y el recuerdo de lo que ocurrió simbolizados en un libro, algo clave para mantener viva la historia e impedir que ésta se repita. Recordar para no repetir. Sobre el libro, es decir, apoyado en la cultura, la memoria y el recuerdo, una rosa que simboliza la dignidad recuperada gracias a ellos. ¿Pertenece esta maleta a la mujer que emprende el camino al exilio un poco más a la izquierda? ¿Es la maleta perdida de Machado? ¿O es acaso la de Martín Tello Isla, de Ólvega, que fue deportado a Neuengamme y Sachsenhausen, campos de concentración nazis, y que recuperó su familia unos años después? Cada persona que sufrió los horrores de la represión y la dictadura cargó con su propia maleta, marchara al exilio o no. Ésta es una maleta que representa la trayectoria vital de quien sólo tuvo su memoria y sus recuerdos como equipaje, aunque fuera un libro que nunca quisieran volver a leer y una rosa con demasiadas espinas.